Nuestro gran héroe futbolero de antaño, Patricio Yañez, el mismo que rompió la tradición chilena de perder y perder y perder como
visitantes, y que en el año 1981, tras
un carrerón fenomenal, marcó el gol del triunfo de Chile ante Paraguay en Asunción, se transformó en el centro de la
discordia porque tuvo la loca idea de mandarse un discurso en pro de
las féminas que están a cargo de la casa y del hogar (que no es lo mismo)
mientras sus medias naranjas (todos futbolistas) hacen las delicias de la gente
corriendo detrás de una pelota, al tiempo que hacen goles, meten codos y
zancadillas, escupen y hasta se dan sus mañas y usan una que otra falange de
sus manos para palpar el trasero de sus contrincantes.
Patricio, se dejó llevar por su alma inquieta y su tiernucho corazón y se soltó con
loas muy sentidas hacia todas las buenas madres, esposas, novias y amantes de
los futbolistas “…es que de verdad hacen un
tremendo sacrificio ante la ausencia permanente de los jugadores con los
viajes y las concentraciones. Es tremendamente complicado, son el pilar
fundamental para que el jugador se dedique a sus funciones, a su trabajo,
teniendo la tranquilidad de que la casa funciona…”.
Aquello de que “la
casa funciona” fue la chispa que encendió la mecha que hizo ¡pum! en el corazón rebelde de algunas
chicas de esas que, a diferencia de aquellas mujeres que disfrutan su rol de
dueñas de casa, no están dispuestas a ser la señora de, ni la mujer de nadie, ni la del
segundo plano, ni la que no tiene idea
de estacionarse. Estas mujeres de carácter fuerte no están para papeles
secundarios ni mucho menos para ser confundidas como parte de la fauna del “sexo débil”.
Ellas,
quieren ser ellas. Les parece una cosa insultante, una rebajada de nivel, que las vean como
parte de la casa, como una asesora de su propio hogar, como aquella sometida
que tiene que enseñar la palma de su mano para el pan, mientras él, el macho
recio, pasa la plata o extiende los cheques que pagan todas las cuentas...
¡No señor, por ningún motivo! Estas mujeres, son productoras, generan divisas, pagan cuentas, firman cheques y tarjetean en todas las tiendas. No se andan con chicas porque también son las que manduquean a los maestros que reparan las cosas, se les van en collera a los mecánicos, están enteradas de todo y hasta te pasan un tanto de amor cuando se les da la gana.
¡No señor, por ningún motivo! Estas mujeres, son productoras, generan divisas, pagan cuentas, firman cheques y tarjetean en todas las tiendas. No se andan con chicas porque también son las que manduquean a los maestros que reparan las cosas, se les van en collera a los mecánicos, están enteradas de todo y hasta te pasan un tanto de amor cuando se les da la gana.
Al pobre de
Patricio, no sólo le cayeron encima estas nuevas mujeres rabiosas, sino también
le pasaron la cuenta algunos machos muy acomedidos, esos hombres que nunca
quedan mal con las féminas, y que optaron por solidarizar con ellas apelando a
raciocinios filosóficos y a un entramado de ideas surrealistas difíciles de
digerir. Por ejemplo, un periodista en estado de shock, ubicó al querendón
discurso del Pato en un contexto de “violencia
simbólica” (¿?). Sobre la cual explayó que “un dominador desarrolla una
forma de violencia indirecta en contra de los dominados, y estos a su vez no
denuncian o incluso no son conscientes de la práctica que los afecta…” (¿?)
Habrá que
tener un cuidado extremo a la hora de emitir mensajes cariñosos a las señoras y
señoritas que puedan ser merecedoras de algún sentido homenaje. En estos días
convulsos donde todos aspiran a ser alguien más allá de lo que son, tendremos
que utilizar el manual de la nueva sensibilidad del Siglo 21, más la
concurrencia de algún abogado experto en temas de cumplidos y galanterías, aún incluso
cuando intentemos elaborar algún poema en favor de nuestro amor por ellas…
“Me
gustas cuando callas porque estás como ausente…”
Una frase
como esta será más que suficiente para que alguna de estas aguerridas muchachas
de hoy le plante una demanda millonaria a nuestro Pablo por el atentado de mandarla
a callar. Y aún peor, por insinuar que lo que más le gusta de ella es cuando
no está.
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