por Alien Carraz
Nosotros -una mayoría absoluta de la galaxia latinoamericana- interpretamos las señales comunicacionales de Donald Trump (que en el slang británico significa "pedo") como una bazofia salida de un gringo típico de aquellas malas películas de otros años, saturadas de autoreferencias, en la que aparecía un personaje del folklore yanqui, altote, dominante y rubio hasta el cansancio, enfrascado en un sombrero texano carente de toda proporción, revestido por una piel lechosa salpicada de pecas y tapizada con unos vellos dorados como pelusas púbicas de Barbie. Por su parte, los ciudadanos del satélite USA tienden a valorar los dichos y salidas de madre de Trump de una manera tal que dejan entrever la enorme inestabilidad emocional que existe en la máquina mental de los estadounidenses y que se manifiesta en su afán de parapetarse detrás de un revólver o un rifle, así como también en el de abandonarse al miedo frente a las amenazas brutales del Estado Islámico o a las enquistadas en el alma por el recuerdo aún humeante del 11 de Septiembre.
Nosotros -una mayoría absoluta de la galaxia latinoamericana- interpretamos las señales comunicacionales de Donald Trump (que en el slang británico significa "pedo") como una bazofia salida de un gringo típico de aquellas malas películas de otros años, saturadas de autoreferencias, en la que aparecía un personaje del folklore yanqui, altote, dominante y rubio hasta el cansancio, enfrascado en un sombrero texano carente de toda proporción, revestido por una piel lechosa salpicada de pecas y tapizada con unos vellos dorados como pelusas púbicas de Barbie. Por su parte, los ciudadanos del satélite USA tienden a valorar los dichos y salidas de madre de Trump de una manera tal que dejan entrever la enorme inestabilidad emocional que existe en la máquina mental de los estadounidenses y que se manifiesta en su afán de parapetarse detrás de un revólver o un rifle, así como también en el de abandonarse al miedo frente a las amenazas brutales del Estado Islámico o a las enquistadas en el alma por el recuerdo aún humeante del 11 de Septiembre.
Los gringos, prefieren a un
presidente muy yanqui, un maldito cowboy de Wall Street, un
grandote bocón y francotirador, un “self made man”, uno de esos
héroes de pacotilla remasterizados en las películas de Hollywood
que ahora son los machos alfa de los realities. Prefieren a un
desatinado y boca floja como Trump -con la cabeza en punto de
peluquín y una bolita dando de botes al interior de su cerebro- en
vez de algún político de escuela, de esos que planifican con sumo
cuidado el mejor perfil de su imagen y que se inclinan por los
cálculos impúdicamente sensatos (y/o retorcidos) de todo lo que sale de sus bocas.
El tiempo del primer presi negro y buena
gente que venía a cambiar el mundo (pero que dejó todo tal cual) ha pasado con más pena que gloria, a la vez que ha servido
para ahondar las rabias segregacionistas y las aspiraciones
ciudadanas por un presidente blanco muy gringo que tenga don y voz de
mando (y aunque sea una verborrea clasista, xenofoba y fanfarrona),
que se atreva a garantizar a los gritos, y esparciendo pestes, que
acabará con aquellos temores de la gente, los que han sido
magnificados y estigmatizados por la prensa estadounidense con los
fantasmas del islamismo, la inmigración ilegal, las debacles del
sistema financiero, el racismo, el desabastecimiento y otras
catástrofes que vienen de la mano del calentamiento global del
planeta por envenenamiento y explotación indebida del suelo, del
aire y del cielo.
Es que somos parte del mundo
“moderno y evolucionado”, y estamos de bruces en un estilo de
sociedad que intenta hacer del caos una cosa organizada y capaz de
producir señales que le sirvan a una mayoría para identificar
adecuadamente las variables de las reglas del juego. Sin embargo,
ocurre muchas veces que tales pistas terminan por desbarrancarse en
las interpretaciones de unos, de otros y de cada quien, y a la
postre, no cumplen con los propósitos de ser efectivamente útiles
ni tampoco de beneficiarnos a todos, sino que sirven mejor (¿dije
mayoritariamente?) a la causa de engrosar los caudales y las cuentas
bancarias de quienes poseen más chispeza o tienen más recursos para
sacarle el jugo a las cosas (como lo ha hecho siempre nuestro tontín
Donald), especialmente a aquellas que vienen reseñadas en letra
chica y que traen verborreas al filo de la legitimidad y de lleno en lo
subrepticio.
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